Juan Mayí (1963) ha dado muestra de una maestría artística que le ha permitido moverse como un péndulo entre su bagaje cultural y su instinto. Se nutre de la información que ha servido de base para los cimientos de la identidad de su país para releerla y darle un valor nuevo y propio en su obra pictórica. Memoria sígnica es la nueva serie en la que Mayí se ha abocado en los principios de este nuevo milenio. Cada trabajo de esta serie tiene un código autónomo para descifrarlo, existente dentro del universo propio que crea la misma obra. Cada color, cada juego de gotas caídas sobre el formato son por sí mismas los elementos básicos que componen su mundo sígnico. Mayi nos lleva a un universo interpretativo, cercano a ese cúmulo de informaciones originales que todos tenemos dentro de nuestro mapa genético. Paradigmas comunes que se encuentran en los inicios de todas las culturas y que nos persiguen a lo largo de todas las civilizaciones. La obra de Mayi se mueve dentro de esa fina línea entre la comprensión y lo sugerido, entre el conocimiento y la sensación, ofreciéndonos un resultado de texturas y colores que nos acercan a ese desconocido que se prefigura sobre cada una de sus pinturas sin mostrarse totalmente. Es en este terreno indómito e iniciático donde Mayí realiza su creación sintiéndose a sus anchas, conduciéndonos a las canteras fundamentales de nuestra comprensión del mundo, donde nos sorprendemos formando parte de ese yo universal que sólo habíamos prefigurado en sentimientos tan esenciales y básicos como el dolor y la alegría. |
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